En el Caribe insular, especialmente en Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana (tres pueblos únicos por su historia, la lengua y el mar), existe un verbo que resume toda una forma de vivir: fajarse. No es solo una palabra, es una actitud: estar fajao significa levantarse cada día con la determinación de seguir adelante, sin importar las dificultades. Es reflejo de una cultura que aprende a no rendirse, a poner el cuerpo y el alma en cada intento por mejorar la vida propia y la de los demás.
La naturaleza del Caribe, tan generosa y bella, también pone a prueba a quienes lo habitan. Los huracanes que azotan sus costas, el sol que quema sin piedad y la escasez que a veces golpea, enseñaron a sus gentes que nada bueno se logra sin esfuerzo, lo que obliga a quienes lo viven, a fajarse con lo que tienen, sin dejar de soñar. En esas condiciones, fajarse no es una opción: es una necesidad, una respuesta digna y valiente frente a la adversidad.
Por eso, el Caribe no es solo sol, playas y música. Es también sudor, empeño y trabajo diario. Es la fuerza de quienes perseveran, de quienes se levantan cada mañana para atender a su familia y construir el futuro en nuestros países. El verdadero brillo del Caribe no está solo en su paisaje, sino en su gente.